¿Mi familia me chantajea?

POR JUAN CARLOS MENCHON CISNEROS
24/11/2020

¿Mi familia me chantajea?

Este artículo lo dedico al estudio del sistema que todos pertenecemos, siendo el tesoro más ambicioso de nuestra vida, nos enfocamos en comprender a nuestra familia y así nos ayudamos a liderar nuestra vida.

Hay que tener en cuenta que las experiencias que hemos vivido en nuestro hogar nos condicionan la vida y la forma de pensar, más que cualquier cosa.

“La familia es nuestro cofre del tesoro o nuestra trampa mortal”  (Alejandro Jodorowsky).

Me planteo dar un enfoque que llame a la curiosidad, a la acción y busque gran parte de nuestras soluciones cotidianas a conflictos que vemos muy difíciles de abordar. Uno de los mecanismos más importantes de detectar en el funcionamiento de nuestra familia es que grado de CHANTAJE ejerce en mi vida personal. Se configuran de generación en generación unos códigos de información en ADN ocultos o explícitos que lleva a la familia a actuar de una determinada manera. Podríamos decir que estamos POSEIDOS por nuestra familia, particularmente las relaciones con nuestros padres juegan un papel fundamental en la formación de nuestra vida.

Realizada esta mini-introducción pasamos a la acción que da título a este artículo.

¿Cuántas veces en un solo día, hacemos todo lo posible por quedar bien con los demás, para luego descubrir que nosotros quedamos disconformes con lo sucedido?

Y ya ni hablemos de esto si analizamos por completo nuestra vida.

Terminamos comiendo lo que no nos gusta, por no dañar a mamá.
Terminamos paseando en un lugar que no nos agrada, por no ofender a nuestra pareja.
Terminamos comprando algo que no necesitábamos, por no herir al vendedor que lo ofrecía.
Terminamos contratando un servicio que no utilizamos, por no saber decir que no al que llamó.
Terminamos pagando dinero extra para obtener un vaso más grande de refresco en el cine, cuando bien sabemos que no lo tomaremos todo, pero nos dio vergüenza decir que no.

Desde pequeños, nos orientaron a “agradecer”, a “ayudar”, a “escuchar” a los demás, por respeto, por educación”, porque “así debe ser”, porque “así se acostumbra”, porque “así me enseñaron mis padres”.

¿Y cuándo nos enseñan las lecciones de APRENDER A DECIR QUE NO? Porque sin duda, ese día no lo recordamos la mayoría de todos nosotros.

Te ofrecían un pan en casa de la abuela, tú no querías pan, y tu madre decía: “Da las gracias, acéptalo  y cómetelo, ¿no ves que lo cocinaron para ti?”

Fuimos educados en el “chantaje” emocional.
Nos educaron para “no herir”, “no ofender”, “no hacer sentir mal al otro”, y consiguieron que nos olvidáramos de nosotros, de nuestros gustos y necesidades, de nuestra capacidad de decisión, de nuestro valor e inteligencia.

La madre de nuestro compañero de clase hablaba con tu madre porque quería invitarte a la fiesta de su hijo por su cumpleaños. Ese niño era desagradable, ni siquiera hablabas con él en la escuela, no era tu amigo y obviamente tú no querías ir. Pero como tu madre dijo que sí, fuiste a dicha fiesta que resultó un sacrificio para ti. Se les olvidó pedir tu opinión. Y si acaso la pidieron, no les importó que tú dijeras: “yo no quiero ir”. Y mucho menos, escucharon tus razones “es que él no es mi amigo mamá”. No, al contrario. Tu madre comenzó a decir cosas como:

  • Puede ser una buena oportunidad para que hagas amigos.
  • Qué va a decir la mamá de ese niño si no vamos, yo ya le dije que sí iríamos.
  • No me hagas quedar mal con esa señora, qué vergüenza.
  • Hasta le compré un regalo, ahora debes ir.

Y con los años, con la edad, vamos descubriendo que efectivamente, actuamos todos los días de nuestra vida, poniendo a los demás en primer lugar. Sintiendo cuando alguien nos ruega, nos chantajea, nos miente.

Fuimos educados y entrenados para caer en el chantaje. Porque fuimos perfectamente “pulidos” para brillar, dando todo a los demás.

Ahora, la mayoría de los seres humanos estamos plenamente seguros de que decir que no “es una total falta de respeto por el otro”. Estamos plenamente seguros de que ver primero por uno mismo, es ser EGOÍSTA.

¿Y al final a quién afecta?, la respuesta está clara, a nosotros.

Sucede lo mismo entre hermanos, entre amigos, con la pareja, con la familia completa, con el jefe, con los compañeros de trabajo. ¿Te suena esto?, por lo tanto ¿dónde quedo?.

Tu madre te llama diciendo: ¿En serio no irás a la fiesta de cumpleaños de papá? Cómo eres tan egoísta, tanto que te dio tu padre, cómo puedes pensar tan sólo en ti. Deberías ir por él, para que no esté triste. Además, ya sabes que él mismo prepara tu postre favorito. Así que cambia tus planes de ese día, porque tienes que ir, ¿te suena esto?.

Es difícil pero no imposible soltar todo ese entrenamiento, que sin darnos cuenta nos ha construido la identidad personal que hoy conocemos de nosotros mismos.

No exagero mencionando que vivimos todos “amando al chantajista”, completamente invadidos de culpa en determinadas ocasiones, situaciones que se repiten y las sensaciones negativas que nos produce en nuestra vida. Con frecuencia  nuestros padres proyectan sus imágenes o deseo sobre nosotros como hijos, en lo que se llama proyecto parental. Con él nos imponen sutilmente un papel, una personalidad y, en última instancia, un destino al que debes adaptarte para no ser rechazado por el clan. A veces para explicar un gesto que hacemos, una actitud o un dolor, es necesario remontarse a casi cuatro generaciones. Hay elementos que vamos repitiendo en nuestra vida.

Llegados a este punto me gustaría compartir contigo estrategias y recursos que nos liberan de “programas” heredados de nuestros padres, teniendo muy en cuenta que no existen culpables en nuestro linaje familiar, no quisieron hacernos la puñeta para vivir en nuestra vida con resistencias y limites, solo actuaron como sabían, como fueron educados, no obstante  está en nuestro poder transcender esta información para liberarnos y liberar a nuestros hijos en sus vidas.

  1. OBSERVACIÓN. Analiza a toda tu familia, lo que dicen, lo que hacen, lo que comentan. Descubrirán que todos parecen estar robotizados: hacen lo mismo, hablan lo mismo, se quejan de lo mismo, toman lo mismo, comen lo mismo, preguntan lo mismo, critican lo mismo, regalan lo mismo. Porque todos, fuimos entrenados para continuar con la tradición familiar. Y tan sólo uno o dos miembros de la familia, serán los “distintos”. Los raros. Los que se atreven a decir que no. Los que sin dudarlo hacen las cosas de modo diferente. Los que hacen algo sorpresivo o inesperado. Los que sí se han puesto en primer lugar. Sólo uno o dos serán los desapegados, los que “no entran al juego”. Los rebeldes. Los que saben decir lo que en realidad piensan y sienten sin culpas, los que no entran en el chantaje. Los saludables.
  2. RESPONSABILIDAD. Asumamos nuestra responsabilidad con nuestra descendencia, alumnos, sobrinos o generaciones nuevas, te animo a analizar lo que realmente les estás enseñado con tu ejemplo, acepta que ellos pueden ya desde muy pequeños decidir cosas muy diferentes a lo que tú decidirías. Enséñalos a decir que no, escucha sus razones y respétalas. Y afronta, que ellos tienen el derecho de pensar distinto a ti y sentir distinto a ti. Sí, que sean educados y correctos, pero también que sean capaces de expresar sus desacuerdos. Sí, que piensen en los demás, pero sabiendo que primero están ellos y lo que ellos quieren, ellos aprenderán que pueden “no ser robots”. Y que gracias a tu ejemplo de ser diferente, de ser tú, ellos se sentirán valiosos, inteligentes, hábiles y capaces.
  3. ACEPTACIÓN. Cuando aceptas a tus padres tal como son, en absolutamente todo, es cuando adquieres el permiso de hacer con tu vida lo que deseas. Si mantienes juicios de valor hacia ellos, hacia lo que han sido, cómo te han criado, cómo se han ganado el sustento… no podrás tomar tu vida. Y tú puedes poner cualquier excusa como… es que nunca me han apoyado, han sido ausentes, nunca me dieron un abrazo, ellos no respetan mis opiniones y mucho menos lo que yo quiero hacer…¡Sigues juzgándolos!, lo cual no tiene mucho sentido.
  4. INVESTIGACIÓN. Una herramienta muy poderosa para averiguar que todo el tramado familiar es el estudio del árbol genealógico, pues como mencionábamos al principio del artículo, la familia puede ser nuestra mayor trampa o nuestro tesoro más preciado. Trampa que lleva a traicionarnos a nosotros mismos por quedarnos apegados fielmente a contratos inconscientes. El árbol genealógico no es un fósil enterrado, vive y se transforma constantemente con cada nueva generación. Nosotros somos nuestra familia completa, andamos acarreando a nuestros ancestros, tenemos en nuestra espalda su historia, y esa historia está viva y se manifiesta en distintas circunstancias, edades y generaciones.